La Habitación de la lado [2024] ★★★★★ · Almodóvar y la belleza de simplemente estar

Pedro Almodóvar regresa con La habitación de al lado, una película delicada y austera que, huyendo del sentimentalismo, consigue provocarme un profundo sentimiento. Una cinta sobre la empatía, el cariño y la generosidad del simple acto de escuchar.

Creo que, en general, la película narra la importancia de simplemente estar presente para el otro. La vida, a veces, es oscura, y en esos momentos lo esencial es saber que hay alguien a nuestro lado acompañándonos. Como cuando llamas a un amigo o a un familiar y no quieres consejo, solo saber que están ahí. De ese sentimiento nace el nudo de la cinta.

De ahí también creo que surge el flashback, además de mostrarnos a un padre que nunca sintió tener a alguien a su lado debido a la profesión de Matilda, lo que lo llevó a buscar fantasmas.

Otra de las ideas que subraya la película es que hay belleza en cada momento, si quieres buscarla. Se recita The Dead de James Joyce —incluso se muestra su adaptación cinematográfica, Dublineses—, y esta idea se convierte en la otra balanza del personaje de John Turturro, quien ha creado una visión cínica del mundo hasta tal extremo que solo ve oscuridad, mientras que las personas que encaran la muerte se detienen a observar la belleza de los copos de nieve al caer.

La habitación de al lado es como una maleta o una mochila que va cargándose de sentimientos, que los personajes llevan encima o deciden dejar pasar. Hay muchísimo de qué hablar en las elecciones de cada libro, de cada historia, de cada objeto, porque cada elemento colocado en la mesita del hotel cuenta su propia historia. Tendemos a hablar de “easter eggs” en las películas de animación o de superhéroes, pero aquí no son guiños: son narración pura. Cada plano, cada elemento ayuda a entender más.

Entre las referencias encontramos a Dora Carrington, William Faulkner, Ernest Hemingway, Susan Sontag, la biografía de Roger Lewis sobre Richard Burton y Elizabeth Taylor, y, cómo no, Una habitación propia de Virginia Woolf, tan presente en la película.

Luego está la personalidad marcada en los diálogos y las conversaciones: ese artificio tan almodovariano que, ahora que lo escuchamos en inglés, algunos critican. Pero Almodóvar siempre ha abrazado el artificio para construir su melodrama, nunca lo ha rehuido. Sus interpretaciones no suelen ser naturalistas; marcan su propio ritmo y cadencia, en una teatralidad que imita la vida sin pretender ocultarlo.

Tuve una vez la suerte de asistir a una masterclass de Almodóvar. Recuerdo que nos dijo que tuviésemos un archivo, un baúl de historias, de recortes, de cosas que nos emocionan: cuadros, anuncios, frases… Y que, con todo ello, creáramos nuestros propios sentimientos. Nos animaba a copiar, a referenciar, a construir desde lo que nos toca.

La habitación de al lado es una cinta muy de líneas rectas, de tangentes, de ausencia de curvas. Hay algo muy bergmaniano en la transferencia de personalidades: ver cómo el personaje de Julianne Moore gana fuerza mientras el otro se apaga. Culmina en esa escena del interrogatorio, donde si te detienes a pensar, no te imaginas al personaje como ese bloque de cemento que termina siendo, pero al final todo resulta perfectamente consecuente.

Para mí, es una película casi terapéutica. Triste, pero increíblemente bella. Una película sobre la empatía, el cariño y el acto generoso de simplemente escuchar, de no llenar los silencios con nuestra propia agenda, sino dejar espacio para la voz del otro. A veces, es lo único que se necesita.

La habitación de al lado es la obra de un genio depurada hasta su máxima expresión, y a veces eso también puede jugarle en contra, como ese cantante demasiado perfecto que no llega a emocionar.

Eso sí: la banda sonora de Alberto Iglesias… ¡WOOOOOW!

Austera, preciosa, terapéutica

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