Blancanieves (2025) ★ · Ni Blanca, ni Nieva. Por no haber no hay ni enanitos.

Disney, no había necesidad

Actualizar Blancanieves y los siete enanitos para los tiempos que corren es una tarea complicada. Lo es porque la sociedad ha cambiado muchísimo desde la adaptación original de Disney (hace casi 90 años), y si nos remontamos al cuento de los hermanos Grimm, ya pasaron más de 200 años. Por cualquier estándar, resulta difícil defender una historia sobre una chica que espera ser rescatada por un príncipe que la besa mientras yace muerta en una urna de cristal.

La historia ya era problemática incluso para los menos woke, pero Disney —que amasa fortunas con sus live-action de películas clásicas— decidió lanzarse de lleno con el remake de Blancanieves y los siete enanitos, la primera película animada del estudio. El resultado: una versión sin encanto, sin magia, con actores nefastos, CGI discutible y un acabado visual que grita “fiesta de disfraces”.

Una Blancanieves sin blancura (y sin chispa)

El primer gran cambio es que ella ya no es blanca. Nos explican que su nombre proviene de haber nacido en una noche de tormenta de nieve. Más allá de eso, lo importante ya no es ser guapa, sino ser justa. Sus padres se lo repiten constantemente e incluso lo inscriben en un collar, por si nos quedaba alguna duda.

El resto de la historia sigue más o menos el guion conocido… hasta que llegamos al último tercio, que es tan ridículo que uno no puede evitar pensar: “¿Todo esto para un pueblo de 15 personas?”

Los enanitos del horror

Para evitar la polémica (bastante absurda, desde mi punto de vista) de contratar actores para interpretar a los enanitos, Disney optó por recrearlos por CGI. El resultado es un híbrido entre caricatura inexpresiva y realismo digital que da verdadero miedo. Los enanitos parecen sacados de una pesadilla: aberraciones genéticas con las que uno no querría cruzarse ni en Halloween.

Mudito, además, es mucho más joven que el resto, lo que hace aún más inquietante verlo entre ellos, que lo tratan como blanco del bullying. Esta vez no habla porque “tiene miedo”. ¿A qué? ¿Es una referencia velada a que es víctima de abuso? Todo es muy confuso. Como lo es su economía doméstica: trabajan en una mina sacando gemas preciosas que no se sabe a dónde van ni para qué sirven.

Su papel es tan irrelevante que podrían desaparecer sin que nada cambie. Solo protagonizan una escena de comedia física tan larga e infantil que terminé odiando todo lo relacionado con ellos.

Un príncipe que no lo es (y que tampoco hace falta)

En lugar del príncipe, tenemos a Jonathan, un bandido del bosque vestido como un payaso sacado de un crossover con Robin Hood que nadie pidió. Todo el grupo parece salido de un anuncio de Benetton, y entre ellos destaca una mujer negra que no dice ni una sola frase, simplemente está allí como cuota de diversidad. Del supuesto romance… ni hablar. No hay química, no hay encanto, no hay nada.

Actrices en piloto automático

Rachel Zegler carece del carisma necesario para sostener esta historia absurda, y Gal Gadot merece un párrafo aparte. Su canto es tan plano que parece que te recita la lista del súper, y cuando actúa, parece mirar a cámara para preguntar si lo hizo bien. Su interpretación es robótica, completamente fuera de lugar. La película tampoco le da mucho para hacer, más allá de un truco de magia con una rosa que repite unas cuatro veces. Pero aun así, su actuación es imperdonable.

Música sin alma, bailes sin baile

Los números musicales no tienen chispa, ni magia, ni siquiera baile (apenas unas palmaditas al aire). Las nuevas canciones carecen de inspiración y algunas escenas rozan lo absurdo, como cuando intentan quitar unos grilletes de la pared para luego abrir el candado con un hueso. Cosa que, por supuesto, podrían haber hecho desde el principio.

El cuento de hadas que no debía volver

Esta nueva revisión pincha en lo estético, en lo interpretativo y, sobre todo, en el entretenimiento. No tiene la dulzura ni la imaginación del original animado, y lo único que consigue es atormentar a los más pequeños con esos enanitos salidos de una película de terror. Un fracaso sin matices.

Lo Mejor: Las canciones originales y volver al clásico

Lo peor: Por dónde empezar…

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