Después de la tormenta en forma del fallecimiento del Papa y el apagón en España, ha llegado más tormenta, porque se ha estrenado el magacín de TVE “La Familia de la tele” donde un grupo de personajes del corazón de dudosa reputación comentan la actualidad mientras ellos son a la vez generadores de noticias. Esto era tónica habitual de Telecinco, pero se retroalimentaba con reality shows, ahora y sin ellos en la planilla pública tenemos a estos “no expertos” hablando de sabe Dios qué.
Muchos de estos colaboradores son del antiguo “Sálvame” que ocupó las tardes españolas la friolera de 14 años. No quitemos mérito a ese dato que es bastante impactante y que tras su cancelación por su evidente y lógico desgaste, muchos de sus colaboradores han estado un año en quickie y Ten con audiencias muy moderadas pero generador de conversación en las redes sociales. Así han llegado a TVE, la televisión pública, la televisión que se gestiona con dinero del ciudadano y que se presupone que es de servicio público al mismo. Para quitarme de encima la polémica. Sí. Considero que el entretenimiento forma parte de ese servicio al ciudadano. También considero que lo que a mí me entretiene, no tiene necesariamente que ser lo mismo que lo que entretiene al de al lado y que deben convivir varios formatos diferentes para todos los gustos.
Ahora llego con mi crítica que no es exclusiva a este programa sino a las condiciones laborales del ente público. En cualquier trabajo público en España uno tiene que aprobar unas oposiciones y “sacar” la plaza de funcionario. Nunca he entendido por qué eso no se aplica a la televisión. Es algo que como periodista me duele y siempre me ha dolido: la falta de consideración de la audiencia española al trabajador televisivo. No se ve muchas veces como algo profesional y es una figura que se ha devaluado muchísimo, como si sólo el que presenta informativos es el profesional y los conductores de cultura y sociedad están un escalón por debajo.
Como digo esto no es nuevo: Mariló Montero ha estado años en las mañanas cobrando la friolera de 1200 euros por programa y más de medio millón de euros al año con la única carrera universitaria de abrirse de piernas ante Carlos Herrera. Esos eran sus estudios.
Por eso no es nuevo que haya gente sin preparación frente a las cámaras. Muchos dirán “Mariló llevaba años haciendo programas”, ese dato es aplicable a los que forman “La Familia de la tele” con lo que tampoco me sirve para crear clases y distinciones. Que una cosa no sea tu gusto no les pone por encima o por debajo de nadie. Esa es mi opinión como también la de que considero que la televisión pública debería tener profesionales frente a las cámaras, pero es una batalla perdida. Pero recalco que tan mal me parecen unos como otros.
El caso es que la polémica llegada del programa ha venido con aún más polémica. A las quejas por parte del Consejo de administración, de Comisiones Obreras en Cataluña, de la Unión Sindical Obrera, de diversos partidos políticos y del Consejo de informativos se ha sumado una carta de más de 130 profesionales del sector y antiguos trabajadores diciendo que no cumple los mínimos de calidad exigibles.
No sé. Todos los años ha habido programas terribles, empezando por el mencionado de Mariló Montero y su famosa soberbia. Creo simplemente que este programa es un blanco fácil de críticas y que es fácil meterse con él sin haberlo visto desestimado a sus seguidores.
Por eso me he encomendado con la misión de verlo para comprobar si es tan malo como dicen o es simplemente la crítica fácil.
Así me senté frente a la tele y me quedé bastante estupefacto por lo que veía. En primer lugar el contenido… supongo que para que esto te interese, te tienen que interesar ellos con sus aventuras y danzas. Una gran parte del contenido era que Isa Pi cuando fue adoptada hablaba Quechua, si veía fantasmas en Cantora (aunque ella no dejaba de decir que no se acuerda de nada mientras el resto le forzaba a que dijera que sí) o si se iba a hacer una foto desnuda embarazada como Demi Moore. Otro segmento eran los videos de Instagram de Belen Esteban bailando en la Feria o un doctor hablando de si había superado su miedo tras una lesión.
Personalmente soy de los que opina que el periodista no debe ser la noticia, pero en este caso es que ni hay periodista ni hay noticia. Para comentar todo esto tenían unos sofás con un montón de gente que no paraban de hablar uno por encima de otro. Ya no es el contenido que no me interesa, es que nadie decía absolutamente nada y en una frase de Kiko Matamoros hablaron por encima de él 7 veces distintas personas sin aportar absolutamente nada.
Me recordaba a los peores tiempos televisivos en que los tertulianos se ganaban su silla si hablaban mucho, independientemente de lo que dijeran, allí hay que gritar por encima de el de al lado y aportar una frase cada minuto. Y no solo los personajes más polémicos. Inés Hernand es absolutamente insoportable. Literalmente es un grillo gritando por encima de todos sin ningún orden ni concierto.
Contemplar este programa es como ver una reunión de trabajo donde todos tratan de ser el más gracioso y lo hacen buscando constantemente hablar. Sin escuchar a nadie. Solo decir frases en busca de un aplauso rápido.
En medio de todo este concierto pusieron un par de videos con “contenido”. El primero sin explicación sobre unos italianos. Imagino que los que están metidos en el mundo del corazón saben quiénes son, pero para el resto de mortales no tenía ningún sentido. El periodismo se compone de las 5W quién, qué, cuándo, dónde y por qué. En este video no había ni una de ellas. Gente dando declaraciones en un video editado con tanto corte para dar falso “dinamismo” que cualquiera que no sea el público habitual del programa no puede entender absolutamente nada.
Después hicieron una conexión de exteriores con el director de una obra de teatro al que le han sacado frases de contexto para criticarle y al pobre no le dejaban formular una frase de sujeto verbo y predicado. Maria Patiño cortaba constantemente y entre eso y el retardo de la conexión todo era un caos improvisado bastante vergonzoso que terminó con un “te invitamos un día y nos lo cuentas bien” porque era imposible sacar nada en claro ante tal cacofonía.
También llevaron a un doctor de Murcia que tampoco podía hablar sin ser interrumpido constantemente por Maria Patiño, por Belén Esteban y por el público aplaudiendo cosas como Belen Esteban “yo de dormir no tengo problema” sabe Dios qué es lo que puede llevar a nadie a aplaudir eso. Conectaron con Marta Riesco en Basilea para dar la última actualidad de Eurovision y los ensayos y simplemente se inventó la noticia de que Melody tras el ensayo era una de las favoritas. La realidad es que sigue con un 1% en las apuestas y una acogida muy tibia. Su video en la alfombra roja tratando ser divertida y guay era bastante vergonzoso, pero entiendo qué eso es a gustos. A tenerlo o no tenerlo. ¿Es necesario que estuviera ahí inventándose las cosas o diciendo que no sabía quiénes eran los cantantes? Pues no tenía mucho sentido la verdad y en su afán de ser “graciosa” queda como una ignorante. Lo mismo daba que estuviera ahí ella o mi madre. Iban a aportar lo mismo. Bueno, mi madre no se habría inventado nada.
Entre estas piezas tan aleatorias y deslavazadas sin ningún hilo conductor hay una sensación absoluta de falta de trabajo y falta de preparación. Es un constante la sensación de que nada se ha ensayado, coordinado o trabajado. Pasan de un lugar a otro del plató sin que los colaboradores o invitados sepan qué hacer o dónde ir. Hay una voz del “¿súper?” diciendo dónde tienen que sentarse y repitiendo constantemente que dejen de hablar uno por encima del otro. Hubo un momento en que está voz les pidió que se fueran a otro lado del plató a hablar y los colaboradores dijeron en bajo pero con micro encendido “no sé que querrá, si ya lo hemos dicho todo”. Como digo no es naturalidad, es simplemente falta de profesionalidad, decoro, trabajo y últimamente falta de respeto al espectador.
Porque a esta falta de preparación y de escaleta se suma un constante de errores técnicos. Cada vez que despedía a un invitado su micrófono seguía encendido y mientras estaban dando paso a otra cosa se oía completamente darse las gracias y charlar a los que ya no estaban en plano. El plató no tiene mucho sentido con gran parte del programa en una sección en la que el público está al fondo a la derecha mirando una pared sin ver o enterarse qué sucede y aplauden tan aleatoriamente y forzados por el regidor que quita cualquier naturalidad o espontaneidad. Por eso, lamentablemente el programa es verdaderamente malo. No por quienes son sino porque el contenido es falto de cualquier atisbo de interés o entretenimiento, técnicamente es un proyecto de final de cuatrimestre (esto a final de curso es un suspenso) y encima hay tal necesidad de protagonismo de cada uno que no paran de gritar por encima del otro para sacar el aplauso forzado del regidor. El espectáculo es muy bochornoso.
Entre medias de todo esto está Aitor Albizua que casi no habla y solo está pasmado ante tal esperpento que sucede frente a él. Cuando mira a cámara sus ojos parecen los de un secuestrado pidiendo ayuda.
A todo esto las audiencias son mínimas y han arropado el programa en un contenedor con series asentadas para maquillar el paupérrimo unidígito de share. Porque fuera parte de lo que digan algunos en redes sociales, estos personajes ya no interesan. Son meros memes de internet cuya vida fuera de eso tiene un nulo interés. Dudo mucho que en la elección del Papá la gente diga “me pregunto qué pensarán Alba Carrillo y Kiko Matamoros del nuevo pontífice”. El recorrido de estos personajes es muy limitado y lo vimos en esa docuserie de Netflix que se quitó de encima su segunda parte por los malísimos datos en la plataforma. Interesa más ver un minuto en twitter que sentarse con ellos a opinar de cosas que sabemos que no saben.
En resumen, esta apuesta por el “entretenimiento” ha salido mal por todos los sitios y lo mejor que podrían hacer es darle carpetazo rápidamente y pasar a otra cosa. Dudo mucho que remonte en audiencia y todavía aún más que lo haga en calidad, organización y trabajo.
