Los osos no existen (No Bears) [Jafar Panahi, 2022]
El miedo colectivo solo es creado para controlarnos
El iraní Jafar Panahi fue condenado a principios de este año a 5 años de prisión que se suman a la prohibición en 2010 de hacer cine en su país por “propaganda contra el régimen”, antes de la sentencia ha realizado huelgas de hambre y diferentes protestas; la más importante seguir haciendo lo que más adora hacer Cine.
Tras su condena realizó en 2011 una película titulada “Esto no es una película” que fue sacada del país en un USB escondido en una tarta y exhibida con laureles en Cannes y sus posteriores largometrajes Closed Curtain (2013), Taxi Teherán (2015) y 3 Faces (2018) han ganado premios en Berlín y Cannes. En un pase de “Los osos no existen” en Miami consiguió colar un mensaje de audio desde prisión donde decía que “ojalá pudiera hacer películas en lugar de ganar premios”. Aún así ganó el premio especial del jurado en el pasado festival de Venecia.
Conocer estas restricción, esta intrahistoria nos acerca mejor a abordar “Los Osos no existen” que reflexiona desde el título en el poder de las historias, el folklore, el cuento y el miedo o los poderes que las historias ejercen en el control de las masas. El título de la película se refiere a un diálogo posterior en la cinta donde le dicen que tenga cuidado de andar por una zona que habitan osos y su acompañante le dice “Los osos no existen. La gente de las ciudades tiene problemas con las autoridades, aquí tenemos problemas con las supersticiones, son historias fabricadas para asustarnos y nuestros miedos dan poder a otros. La realidad es que los osos no existen.”
La película arranca con la historia de una pareja que busca pasaportes robándolos de los turistas para tratar de salir del país y la situación, pronto vemos que algo va extraño y es que en realidad esa historia es una película que está dirigiendo el propio Jafar Panahi (desdoblándose en sí mismo) a distancia desde otra habitación. El director, que no puede abandonar el país se ha desplazado a un pueblo rural de la frontera con Turquía donde se está realizando la película de la que habíamos visto ese segmento.
Panahi se pasea por el pueblo, retrata las costumbres del lugar, hogareños, tradiciones en las bodas, en la comida, en el té y sin querer al tratar de capturar la esencia del lugar le acusan de haber tomado una foto que sería la prueba incriminatoria para una pareja prohibida, ya que la mujer de dicha pareja está prometida desde nacimiento a otro hombre en una tradición del pueblo en que se asignan mujeres al cortarles el cordel umbilical.
Por otro lado, el ayudante de dirección de la cinta que están rodando en Turquía le visita y le enseña la frontera para que vea la distancia del rodaje y la pareja de actores protagonista viven su propia historia similar a la narrada por los personajes.
Con lo cual es una historia a dos bandas donde se va desplegando la historia y el choque de la vida en ese pueblo, el amor al cine y al sentimiento que provoca rodar cerca del rodaje y no en Teherán donde estarían más seguros y los conflictos que suceden.
En lo que es un absoluto genio Jafar Panahi es en hacer que la trama se relate con acontecimientos que parece que suceden casi por casualidad, de detalles que parece que no están diciendo nada pero que están todos puestos con una intención, con una finalidad y con un contexto y sentimiento políticos.
El director además eleva su obra haciendo propia reflexión sobre sí mismo, sobre su impacto en sitios y personas donde no es bienvenido y con una humildad pasmosa coloca en juicio su propio arte, su propia huella, su propio efecto. Su cámara no acusa al retratado sino que cuestiona al que está detrás del objetivo y promueve su propia historia y relato.
En resumen, “Los osos no existen” es una película reflexiva de un director apasionado por el arte de contar historias y su efecto en su país. Además es una historia humana, que relata otro lugar del mundo y lo hace con momentos entre lo cómico, lo trágico pero sobre todo con una honestidad y sincerad que es digna de admirar.