Si me dieran un euro por cada serie que ha tratado de ser la nueva “Girls” ya podría haber hecho yo mi propia versión de Lena Dunham. Ya sabéis una serie que quiere ser la voz de una generación sobre una chica imperfecta que navega la vida, las relaciones y su carrera en una gran ciudad. Incluso la propia Dunham ha tratado de imitarse en “Too much” en Netflix con mucho menos tino.
Estas series tienen siempre un marcado sello autoral y nos han dado algunas de las mejores ficciones de los últimos años como Fleabag, Insecure y sobre todo la joya de la corona que es Broad City y con la que “I love LA” comparte mucho ADN.
También nos ha dado fracasazos como Girlboss, uncoupled o Love/Life. Metemos a Valeria y sucedáneos de Elisabeth Benavent aquí también ¿no?
La verdad, si no buscaban las comparaciones con Girls no empiezan con buen pie porque arranca con una escena de ella con su novio manteniendo relaciones sexuales en medio de un terremoto y no queriendo parar por ello.
La diferencia con este “I Love La”, la nueva serie que acaba de estrenar HBO y tiene a Rachel Sennott como musa principal; la diferencia aquí está en el entorno, en buscar ese amor a Los Angeles y la forma de vida de la ciudad que es muy particular. Cuando tanteé la posibilidad de vivir allí, todo el mundo me dijo que debía darme al menos dos años para empezar a apreciarla. Le di 40 días y me di cuenta que no era para mí. En los dos primeros capítulos he visto parte de las cosas que no iban conmigo como quedar con tus amigos al amanecer para dar paseos o la necesidad de planear los días para no estar metido en atascos mayores de dos horas.
La elección de Sennott es perfecta, es una de las mejores actrices de esta generación zillenial con una personalidad muy propia y películones a su espalda como I Used to be funny pero sobre todo Muerte, Muerte, muerte y las joyazas de Shiva Baby y Bottoms (el club de las luchadoras). Es una actriz que tiene un carisma espectacular, un imán para la cámara y un prestigio crítico.
Ella es la creadora y protagonista de esta serie que cuenta en su reparto con Josh Hutcherson, Peeta de Los juegos del hambre, y Odessa A’zion de coprotagonistas. Por cierto ojito a Odessa que creo que vamos a escuchar mucho de ella en los próximos años.
En esta falsedad de LA tenemos a una protagonista que es manager de influencers con una jefa que no le aprecia su trabajo duro. Jefa estereotipada pero interpretada por Leighton Meester de Gossip Girl.
Nuestra protagonista tiene una relación de amistad casi agotada con Tallulah, que sigue en Nueva York convertida ahora en pura IT girl Neoyorkina —It Girl viene de popular no de Derry— y pese a que su amistad le resulta axfisiante no duda en utilizar su nombre para intentar trepar por la escalera laboral. Esta dinámica junto el hecho de que la amiga se mudará con ella a LA y es la persona más molesta y egoísta del universo desde Epcot de la final de “And Just like That” son lo que dan forma a la serie.
Si no os habéis dado cuenta el personaje irritante se llama Tallulah.
Tallulah.
Tallulah es ese nombre de padres pajilleros que llaman a su hija así y le dicen “Tallulah o te comportas bien o esta noche no cenas quinoa”.
El caso es que la dinámica de ellas, de hablar a toda velocidad, terminarse las frases y bromas internas quieren recordarnos a Ilana y Abbi en Broad City y por momentos consigue capturar esa energía, aunque Broad City empujaba mucho más los límites y por eso es una de las mejores series de la historia. Period.
Los dos amigos que completan la serie son una Nepo Baby negra y un gay porque… pues porque no puedes hacer una serie así y no tener un gay. Los gays son el accesorio perfecto.
La serie tiene una sensibilidad de cine indie-caro en la fotografía, en la dirección, en el montaje, la disposición de escenas, todos los actores están convincentes incluso cuando el guión no está inspirado y hay momentos en los que realmente sí que lo está. En los mejores momentos es cuando se parece más a Entourage que a Girls y solo deseo que tire por ahí.
El problema (y el encanto) es que I Love LA es tan irritante como su protagonista. Por momentos quieres apagarla, y luego te descubres enganchado. Es una de esas series que funcionan por fricción y no por empatía. Esto lo dice un hombre de 40 años al que muchas de estas cosas ya le pillan de vuelta como la energía frenética de las conversaciones y los dramas absurdos del “síndrome del yo, yo, yo”, pero aún así me ha entretenido y el segundo le he sentido mucho más calmado y accesible aunque todavía siento que hay situaciones que funcionan mejor en papel que en pantalla como toda la trama de Ayo Edebiri.
En resumen, que estoy un poco en la barrera. Creo que si te gustan esos shows de media hora y que a la vez tienen algo que contar sobre una generación puede interesarte, pero necesitas tener una alta tolerancia a la nueva y egocéntrica generación. Y a una mujer que se llama Tallulah.
Tallulah
