Imagina ese momento en una serie o película americana en la que una persona abrió una cafetería con un solo dólar y consiguió ser el dueño de la mayor franquicia del mundo. Ahora imagina la historia de un pobre mexicanito que era un delincuente de medio pelo y consiguió un trabajo de limpiador en la fábrica de Fritos-Lay y vino con la idea de un nuevo sabor, el llamado Flamin’ Hot, que salvó a la compañía y revolucionó el mundo de los snacks.
Ya no tienes que imaginar porque este cuento inspiracional del país de las oportunidades está ahora llevado a la gran pantalla en formato de película para que las generaciones posteriores adoren esta historia a favor máxima del capitalismo. Excepto porque la historia es total y absolutamente falsa y todo es un gran anuncio corporativo en una cinta que peca de todos los excesos y maniqueísmos de una historia excesivamente típica, básica y basada en el estereotipo.
Fijaos si es falsa que hasta han encomendado la tarea a una de las faux latinas por excelencia, la texana Eva Longoria que debuta en la dirección con esta historia que busca un semi tono de verdad entre la académica “Air” y la irreverencia de “Blackberry” y se queda en tierra de nadie. Le falta sabor, picante y gancho, es el equivalente a unos ganchitos rancios que se han quedado en un cuenco de la barra de un restaurante latino al que ya no va nadie. Esa es la descripción de Flamin’ Hot.
¿Diréis cual es el motivo de esta cinta si es todo completamente falso? ¿Es demasiado tentador no dejar esta corporativa historia pasar, mientras utilizas a uno de los grupos menos representados en Hollywood?
Pues la cosa va a peor, porque rascando bajo la capa de ese mensaje tan pueril de “cree en tus sueños y América te los hará realidad” hay un mensaje político bastante turbio en la misma película para el que quiera pensar. El protagonista, pese a sus intentos de promocionar está más de 10 años en el mismo puesto y el negro de la película (porque hay una unidad en toda ella) tampoco consigue ningún respeto.
Por eso, por mucho directivo que nos quieran poner que escucha a cualquier limpiador y le otorga la confianza para invertir millones en su sueño la película resulta contradictoria en sus políticas. Y no quiero ni siquiera entrar a comentar el segmento de la “era Reagan” que pasan de puntillas porque no se quieren mojar en absolutamente nada.
El guión de Linda Yvette Chávez y Lewis Colick nunca consigue encontrar la puntada necesaria para no ser otra película deportiva en la que un outcast se convierte en el quaterback del equipo consiguiendo ganar el partido en el último segundo con un triple, solo que cambian el deporte por el mundo corporativo y le ponen una campaña vergonzosa de Cheetos. Te la sabes antes de haberla visto.
Ahora nos queda esperar a que alguien con más sangre, mala baba y ganas de meter el dedo en el asunto haga una cinta sobre los porqués de realizar una película corporativa y propagandística sobre una historia falsa que utiliza una población como gancho y lavado de imagen.